Sunday, April 30, 2006

FOLLANDO CON EL PATO DONALD

Anoche volví a leer una historia que escribió hace tiempo mi carnalito Carlos Reyes Avítia. Para mi gusto el mejor escritor de Coahuila (seguramente perderé la amistad de Julián Herbert, Carlos Velásquez, mis adoradas Claudia Berrueto y Kowa. Bueno… hasta Licha Olvera la de Lichtenstein se va a ofender), pero Carlos tiene dos que tres premios nacionales que me dan la razón. Tenía ganas de leer algo divertido y encontré el libro “Follando con el Pato Donald” (Saldrá dentro de poco a la venta. Se supone que me lo dio para tallerearlo y ya ven que soy de un cumplido), después de leerlo me quedé recordando algunas experiencias sexuales medio bizarras o fuera de lo común. Digo… pendejadas que se hacen por unas nalguitas.

LA QUINTA SOFIA
Hace algunos años, cuando tocaban rock en vivo en la Quinta Sofía. Bueno… cuando existía la Quinta, solía ir los jueves en compañía del Doc Medina y del Flaco Torres. Generalmente nos encontrábamos algunas amigas o ligábamos lo que caía (féminas por lo general, aunque para mi que Medina también le entraba a las quimeras. Ora que el Flaco agarraba cada cosa que no se sabía sí siquiera eran seres humanos). No me preocupaba mucho por ligar, ya que generalmente llegaba al antro una morrita muy chula que se ganaba la vida tomando Polaroids a las parejitas. Me la habían presentado en el ICHICUL y en alguna pedita nos cogimos cariño, y cada vez que nos veíamos nos dábamos unas tremendas canquiadas, que por fortuna nunca quedé embarazado.
En una ocasión conocí en la quinta un culito divino que pertenecía a una fresa, pero mega-fresa de Ciudad Delicias. Estudiaba ingeniería (no sé que madres) en la UACH y de lunes a jueves vivía solita en un departamento en la colonia Granjas, a unas cuadras de la universidad. Los viernes le pelaba a Delicias a bajarles lana a sus papás. Me comentó en un largo y cansado monólogo que me chuté sin interrumpirla, mientras estudiaba la forma de tomar posesión del culito que tanto me atraía. Apliqué la tradicional técnica de celebrarle cuanta pendejada dijera, poner cara de sorprendido cuando decía alguna fresada que sonara medio atrevida, invitarle sus piñas coladas en un antro cervecero y agarrarle la manito o acomodarle el cabello. La neta, después de una hora de comportarme tan educado, me empecé a sentir toda una mariquita. Hasta se me hacía guapo el mesero que nos estaba atendiendo (Nota para Elman Trevizo: Mejor decir la neta y no salir con una jalada como la tuya en Monterrey “Era morrita. La mesera era morrita” Hasta el Cabrito que traía empañados los lentes se dio cuenta que TU morrita tenía manos y pies de basquetbolista, aparte de una tremenda manzanota de Adán). Viendo que no estaba logrando nada con esa técnica y que lo más que podía perder era mi inversión de dos piñas coladas. Dejé salir al guarro que llevo dentro. Sin medir consecuencias le dije: “Todo bien, muy cotorro, Pero… ¿sabes que es lo mejor de ti? ¿No?... Tu culito. Se ve divino y no tienes idea de lo mucho que se me antoja”. Me preparé para esquivar un cachetadón de miedo, de esos entre ceja, madre y oreja, pero nel… la morrita se puso cachonda y me respondió con una boquita más sucia que la de Linda Blair en el exorcista: “¿Apoco deveras te gustaría dejármela ir por el culo? Siempre he querido que un cabrón me lo llene de leche. ¿Me la vas a meter toda?”
La neta me dio miedo y quería salir corriendo a contárselo a un adulto que le tuviera confianza, pero ante todo tenía que dejar claro que a guarro nadie me gana. Así que prendí un cigarro (con las manos casi temblando), me empiné la botella de cerveza Sol e impostando la voz le respondí: “Agüevo que te la quiero meter toda. Me gustas para que seas mi perra”.

Terminamos en su departamento y la niña fresa me demostró que ella sí se había leído todo el Kamazutra y hasta algunas actualizaciones que a mí nunca me llegaron. La morra sabía hacer unos jales increíbles, aparte de que sabía bien (me obligó a probar el sabor de todo su cuerpo). Luego no sé ni de donde, sacó una mascara del Blue Demon y me pidió que me la pusiera. Me negué y ella terminó obligándome a hacerlo. Así que me coloqué la puta mascara que me apretaba y hacía sudar. No pude colocármela bien y por un ojo casi no veía nada. No conforme con esto, me obligó a que le posara así como los muñequitos de plástico (de los luchadores con los que yo jugaba de niño). “Quiero que te subas a la cama y me hagas poses así bien parqueadote” -¿Chinga, qué es eso de bien parqueadote?- “Así con la pirula bien paradota”.
Extendí los brazos y me puse en actitudes desafiantes mientras ella se masturbaba mientras mirándome y diciéndome un chingo de guarradas. Me sentía verdaderamente humillado y hubiera preferido que me dijera que era su perro o que me escupiera, pero eso de posarle de luchador y con la luz prendida… No pos la neta inhibió al guarro que llevo dentro y lo convirtió en un tierno lechoncito.

Ya en mi casa me metí a a la regadera y me senté llorando abrazándome las piernas mientras el agua caía sobre mi sucio y mancillado cuerpo. Lo que me hacía sentir tan sucio, era pensar en la cantidad de pendejos que se habrían puesto la misma mascara como si fuera un condpara satisfacer a la guarra fresa.

Friday, April 28, 2006

POS TODAVIA NO LE ENTIENDO BIEN A ESTA MADRE

Pos nomás no le entiendo. No sé como publicar fotos ni añadir textos Heeeelp!!!!!!!!

El RITXI

El RITXI

Dora adorada: Gracias por darme la bienvenida al mundo de los blogs. Recuerda que en Shiwawa me dejaste con el corazón roto y una plaquette en la mano.
Jorge Espinosa: Mi querido Cholo Mataputos, terror de la frontera. Una “Z” no hace diferencia y con S o con Z, sigues igual de feo, pero se te estima igual.

Fracmeko de la Leyenda de los Chosens

Es una antigua leyenda urbana que viene de tradición oral desde los tiempos en que los primeros Pascoles se asentaron en las tierras altas del palomar. Pa’ ser más exactos y preciosos. En verano el Torito del Palomar proyecta su sombra cubriendo con ella la famosa pradera del los “Tudiruindians” Jué ansina donde el indio “Deguan” viendo hacia la Catedral dijo a los suyos “Mis queridos chosens ya mero van a dar la seis y de seguro ya salió el pan” Justo después de pronunciar esas palabras de sacudió el suelo mientras que pasaba una manada de “Tortons” Ante tanto suceso se le concedió la palabra al mas pequeño de los chosens que mirando con respeto a los ojos del jefe Deguan le dijo “Pos preste pa ir por el pan y la lechi”
Los “Chosens” nunca se distinguieron por ser un pueblo culto ni un pueblo de valientes guerreros. No desarrollaron un imperio ni levantaron hermosos templos. No conquistaron pueblos vecinos ni tampoco defendieron sus tierras de los insaciables conquistadores. Construyeron sus humildes jacales con palos y laminas de cartón. Algunos juntaron piedras y ramas, mientras que algunos cuantos levantaron muros de adobe. Cuando llovía se mojaban, cuando hacia frío pasaban frío y cuando el clima era benigno se la pasaban “al pedo”
“Deguan” no pudo defender a su pueblo cuando el hombre blanco llegó y al ver las praderas de los “Tudiruindians” las codició. Mike Gudnes Martinez les prometió una vida mejor y les dio a firmar unos papeles con palabras que los chosens desconocían.

Thursday, April 27, 2006

Chale!! Todos tienen menos yo

Hasta el Jorge Espinosa tiene blog. Bueno… Todo el mundo tiene, menos yo. La neta nomás por la güeva de llenar formularios y mamadas de “escribe tu contraseña, otra vez y va de new, y no seas pendejo, que agüevo debe tener 6.5 caracteres” Y todo para que al final te salgan con la jalada de que ese nombre ya lo tiene otro güey. Confieso que desde hace un chingo que quería crear mi blog, pero invariablemente siempre lo fui dejando para mañana.
Hoy vine de parásito a colgarme de la línea de Pedro Tresvinos (cosa de todos los días) y mientras sostenía una animada charla con él y con Jaimito Romero, se me ocurrió que era el momento oportuno para hacer mi pagina o dormirme un rato.

Mencioné al Cholo Jorge Espiosa al inicio del texto, y recordé que escribí una crónica de un taller que tomamos el año pasado en Monterrey y en el que conocí al malandro ya antes mencionado.


Taller de Novela Colectiva
de Mario Bellatini en Monterrey N.L. Octubre 2005



La ciudad me recibió con un amanecer de cielo nublado y una fina pero constante llovizna. El clima me resultó ajeno al igual que el panorama. Lo único que me orientaba eran los señalamientos que debía seguir, CONSTITUCIÓN en letras blancas sobre un fondo verde, marcaban mi camino para llegar al hotel en la Macro-plaza.

Siempre que viajo por carretera tengo tiempo para pensar y analizar algunos de mis problemas. En esa ocasión pensé durante todo el trayecto en la relación con mi padre. Sé que nada de lo que digo o hago es de su agrado, por más que me esfuerzo nunca alcanzo a llenar las expectativas que él tiene de mí. Llegaron a mi cabeza los recuerdos y casi hasta me pareció escuchar su voz con sus constantes regaños, criticas y sarcasmos.

Finalmente llegué al hotel y tras los trámites normales de registro, me tiré sobre la cama. Intenté dormir, pero en mi cabeza seguía constante la imagen de mi padre con su sonrisa sarcástica, la que me dedica siempre que menciono mi interés por distinguirme como escritor.
“¿A qué chingaos vas a esos cursos? No te pagan ni un peso y nomás pierdes el tiempo. Siempre regresas más jodido de lo que te fuiste. Te sientes Pavaroti escribiendo tarugadas todo el día, ya nomás falta que te cortes una oreja como Picaso.”. Son sus doctos comentarios cada vez que me invitan a participar en algún proyecto.
El cansancio me venció y soñé con mi alter ego. En mi fantasía yo era una exitosa escritora. Alicia la de los mil libros publicados y todos best sellers,

Lamentablemente el teléfono me despertó, sacándome del país maravilloso de Alicia. Me encontré en una cama ajena y con mis frustraciones de siempre.
Nuevamente sonó el teléfono y respondí con un “Sí diga”, pero no reconocí mi propia voz. Sonaba ronco, agotado y triste. La persona que llamaba se identificó como secretaria de la casa de cultura y quería ponerme al tanto de los horarios y actividades a las que tendría que asistir ese día. Luego de agradecer la llamada, colgué el teléfono y me levanté de la cama. Me sentía incomodo por haber dormido con la ropa puesta, así que mientras me desvestía observé desde mi ventana el tímido vuelo de unas palomas que hacían figuras en el cielo tratando de escapar de la fina llovizna. Las envidié por su libertad y gracia. Por un momento me imaginé con un hermoso vestido blanco de seda ligera, que se pegaba a mi seductor cuerpo, mientras yo Alicia giraba sonriente, casi bailando bajo la lluvia. Sí, Alicia es una afamada escritora, pero ante todo es una mujer bella y seductora.

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En el comedor del hotel saludé a algunos de los escritores que también estaban invitados a participar en el taller. Un par de ellos son de mi localidad y los conocía, pero con ninguno tengo amistad. Son de esos escritores con suerte o buenas relaciones, así que presumen de premios, becas y varios libros publicados, pero no dejan de ser unos mediocres con textos vulgares y lenguaje populachero.
De inmediato me percaté que el grupito de escritores se trataban con mucha confianza y se tuteaban desde el momento que se presentaban. Algunos hacían bromas y planes para visitar los bares esa noche.
Me sentí incomodo debido a que no me gusta socializar con cualquier tipo de gente. Bueno... digamos que no me gusta socializar con nadie. Siempre estoy temeroso de que descubran mi personalidad, la de Alicia y que se lleguen a burlar.

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Tenía tiempo de sobra antes de que iniciaran las actividades y decidí hacer un recorrido por las instalaciones del hotel. Llegué al spa y tras un ventanal descubrí una piscina en la que nadaba una rubia con bañador negro que hacía resaltar un cuerpo de modelo y su piel blanca.
No podía dejar de mirarla y casi me sentía avergonzado por mi actitud. Cualquiera pensaría que yo actuaba como un depravado, un vouyeur, pero por mi mente no pasaban malos pensamientos. Únicamente era admiración por la belleza de la chica del bañador negro.
Ella se percató de mi presencia y me dedicó una sonrisa, yo únicamente agité una mano a manera de saludo. Me hizo señas de que me acercara, pero rojo de vergüenza me alejé casi corriendo sin detenerme hasta llegar a mi habitación.

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Finalmente conocí a todos los compañeros del curso y al instructor, un tal Mario Bellatin, obviamente con fama de Mega-escritor, pero la verdad no era para tanto. Yo nunca lo había leído, apenas unos días antes del curso compré una de sus novelas y no era la gran cosa. Estoy seguro que yo escribo mejor, pero no tengo los contactos ni padrinos que protegen a estos güeyes.
Uno a uno nos fuimos presentando y lo teníamos que hacer mencionando nuestra trayectoria como escritores. Todos decían sus nombres, su lugar de origen y trabajos publicados. Cada vez que alguno de ellos mencionaba sus premios, eran como navajazos que me abrían la piel.
Los escritores de Chihuahua llegaron tarde y Mario les llamó la atención. Los tres se disculparon con la tontería de que traían el horario de Chihuahua y era una hora menos que en Monterrey. La gente les celebró un par de tonterías que dijeron, pero a mí no me agradó ninguno de ellos. El de Ciudad Juárez, parecía un cholo pandillero. El más ruco de los tres era de la capital de su estado, a él lo conocían varios de los presentes y lo saludaron con grandes abrazos, pero el fulano no vale madres, tiene una pata bandola, es cuarentón y usa aretes por toda la cara. El más joven de ellos, venía de Cuauhtémoc y con fama de ser el protegido de un gran dramaturgo.

Posteriormente llegó el momento de mi presentación, aproveché para darles cátedra de filosofía y demostrarles que no era ningún pendejo como ellos, yo estudié en Europa y hasta Bellatin se quedó con la boca abierta después de mi participación. Los impresioné tanto con mi cultura, que Jesús el escritor de Durango, me ofreció mil pesos para que fuera juez y calificara unos trabajos de literatura, de un concurso en su localidad. Y eso que de todos los presentes, yo era el único que no había ganado ningún premio de creación literaria. Bueno... hasta la fecha sigo sin ganar.

Seguían las presentaciones, pero me resultaba difícil poner atención, ya que por mi mente pasaba la imagen de la chica del bañador negro. Me arrepentí de no haber hablado con ella y de la forma cobarde en que me alejé. Me hubiera gustado saber su nombre, conocer su origen y muchas otras cosas, pero ni yo me explicaba la razón que tuve para salir huyendo. Recordé a mi papá diciéndome: “El pedo es que eres joto. Un pinche putito”. En ese momento lo odié más que nunca.
Mario explicaba su plan de trabajo y yo lo interrumpí para decirle cara a cara, que no tenía ningún plan y que estaba improvisando, que mejor debería seguir un plan que en ese momento le detallé. Me ignoró y continuó improvisando, para colmo, todos lo apoyaron demostrando ser unos borregos sin iniciativa ni creatividad. “Ya les demostraré lo equivocados que están” Pensé. Subnormales, nadie se dio cuenta que yo tenía la razón. “Sé que todos me odian, nadie me quiere y todos me envidian. Saben que soy mejor que ellos y por eso me temen”. .

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Me alegré de no haber salido a los bares con mis compañeros. Me invitaron, pero me di cuenta que en realidad no querían que los acompañara. Preferí cenar tranquilo en el hotel e intentar ver a la chica del bañador negro. La busqué con la mirada, pero no la encontré ni en el comedor ni las otras instalaciones del hotel, La piscina estaba cerrada a esa hora.
Quería verla, pero al mismo tiempo sentía miedo de no saber que hacer o decir si la encontraba. Nunca he tenido una relación con una mujer, pero tampoco había sentido nada por ninguna. En esa ocasión era distinto, por primera vez en mi vida me sentía atraído por una.
Recordé al escritor de ciudad Juárez, al cholo con cara de malandro. Es un rufián con tipo de golpeador,. De ser luchador, seguramente sería rudo y en cartelera lo anunciarían como el Mataputos de la frontera. Me hubiera gustado pasar la noche con él para que me obligara a decirle “Soy tu perra, hazme lo que quieras”.
También quería que los demás escritores me vieran convertido en Alicia, seducirlos con mi belleza, tenerlos rendidos a mis pies y finalmente despreciarlos. Ninguno de ellos era digno de Alicia, son escoria con todo y sus premios pendejos.

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La mañana siguiente, desperté muy temprano, dormí muy bien. El sonido de la lluvia fue un excelente arrullo y por primera vez en mucho tiempo, no sufrí las pesadillas acostumbradas. La más frecuente es en la que lucho con mi padre. Golpeo su maldita cara y por más que trato, no se deja estrangular. Siempre que tengo ese sueño despierto muy frustrado y es que me molesta que hasta en sueños, el pinche viejo sea más fuerte que yo. La pesadilla que más me afecta, es otra que empieza como un lindo sueño; mi madre me abraza mientras me besa y hace cariños. Me siento seguro en su regazo y ella me dice al oído: “Eres el mejor de todos, no hay nadie en este mundo que te supere, eres un príncipe, un sol, un ángel y ninguna mujer me separará de ti, ni una princesa será digna de ti”. Yo disfruto del calor que irradia el pecho de mi madre y le juro que nunca nadie me alejará de ella, siempre seré su niño bueno y todo mi amor será para ella. Luego el sueño se convierte en pesadilla cuando llega mi padre y me separa de los brazos de su mujer. Mi madre deja de ser mi madre y se convierte en la sumisa esposa del ogro. Sollozo, no quiero que me separe de los amorosos brazos de mi madre, pero él me abofetea mientras a ella le grita que no debe consentirme tanto y a mí me exige que deje de llorar. “Los hombres no lloran, no seas marica. Pareces una nena, pero nomás te digo que yo no quiero un hijo puto ¿Entendiste cabrón? Prefiero matarte a patadas antes que dejar que te hagan un joto de mierda”. No puedo dejar de llorar y él me pega cada vez más fuerte y sus gritos se hacen ensordecedores. “¿Qué no entiendes que nomás los jotos lloran, eres puto? Dime que eres joto para matarte de una puta vez”. Cuando tengo suerte me despierto en ese momento, siempre sudoroso y asustado, pero cuando no tengo la fortuna de despertar, la pesadilla continúa y el ogro también sigue dando golpes y gritos, pero a mi madre. Quiero defenderla pero no puedo moverme ni decir nada. Después él la agarra con sus sucias manos y le toca todo el cuerpo y ella no llora, ella hace unos gestos que me disgustan. La puta disfruta y se excita con el ogro. Se comporta como una perra en celo y yo la odio, lo odio a él, odio a los dos malditos perros sucios. Quiero separarlos, no soporto que él la toque, pero finalmente ella me saca de la habitación.

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Llamé tantas veces a recepción que perdí la cuenta. Hacían mucho ruido en el hotel y yo requería de silencio total para concentrarme y escribir. Se escuchaban las voces de las camaristas y las ruedas de sus carritos, las puertas del elevador, las televisiones encendidas en cada cuarto, la gente que pasaba por el corredor y el ruido de la calle. Llamé para quejarme y no hicieron nada por solucionar el problema. Me tuve que encerrar durante dos horas en el baño de mi habitación para poder escribir, pero los sonidos me seguían distrayendo. Ese día teníamos que presentar una tarea y yo necesitaba lucirme, demostrarles mi calidad, pero con ese ruido no podía avanzar. Necesitaba silencio y esos malditos hacían ruido para molestarme, todos estaban confabulados en mi contra, Hubiera querido tener una pistola para ir matando uno a uno a esos hijos de la chingada. Luego pensé que mejor sería poner una bomba y matarlos a todos juntos, pero podría lastimar a la chica del bañador negro. Bueno... ¿Y qué con que se muriera? Seguramente también estaba en mi contra y no dudé que la muy puta anduviera saliendo con la bola de escritores pendejos. A ellos los debería matar primero. Me divertí planeando como los mataría según su categoría. El primero sería el que tuviera más premios o los más importantes, luego seguiría con los otros, siempre respetando esa norma. Cuando le toque al más joven de los de Chihuahua, me ensañaré con él. Aborrezco que tenga un padrino importante, y si pudiera también mataría al pinche padrino. Al cholo lo amarraría y lo dejaría para el final, y al ruco roquero lo descuartizaría para mandarles los cachitos a sus amigos escritores que tanto quieren al muy pendejo, pero la pata bandola se la mandaría envuelta para regalo a Leticia Dun. A los anfitriones de Monterrey los mataría a todos juntos. Me percaté que son una mafia y no dudo que la señora Leticia y el tal Zacarías sean los capos que coordinan todo el pedo ¿De dónde los tratan con tanto respeto los otros cabrones? ¡A güevo que son ellos los que dirigen la mafia! Y tienen a Gerson de su cómplice. Al güey de Durango primero le cobraría los mil pesos, luego le diría que por mi parte declaro desiertos los primeros lugares de su puto concurso y que Durango nunca se ha distinguido en literatura. Tendría que planear bien las muertes de los dos pendejos de Coahuila. Al de Saltillo lo aventaría desde el último piso del hotel. Seguramente se haría mierda. Es tan pesado que casi diría que somos muy parecidos, pero con la diferencia de que yo no escribo libritos de entrevistas. Con el de Torreón trataría de ser sanguinario ya que ese puto es capaz de evidenciar a cualquiera de los del grupo y no dudo que sea amiguito de la banda pesada del Herbert, Siller, la Berrueto y el Poo. Al de Tamaulipas lo mataría dos veces. No me cae mal, pero es de los que más premios importantes tiene, y luego salió con la mamada de que también es pintor. Nomás me faltaría Bellatin, pero a él lo pondría a leer detenidamente mis nueve novelas románticas. Él solito se suicidará cuando vea que soy mil veces mejor escritor que todos.
Pensarán que me olvidé de mi cholo, pero no, por algo lo tengo amarradito. Se hará el de la boca chiquita, dirá que no, pero va a terminar pidiendo más. Para él tengo mi masamantraca y lo haré más sodomita que las gallinas. Nomás para que se le quite lo mata-putos.

Salí de la habitación dispuesto a encontrar a la pinche vieja de la piscina. Tenía la necesidad de decirle que yo lo sabía todo, que ella era una de ellos y nunca podrán conmigo. “La he de encontrar para gritarle que es una puta y que por más que quiera nunca podrá ocupar el lugar de mi madre”, pensaba ofuscado. “En cuanto la vea le meteré un putazo entre ceja, madre y oreja. Después la ahogaré en su pinche piscina llena de miados”.

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El güey de Mario les celebró sus lecturas a todos, mientras que de cada texto sacaba elementos para trabajar partiendo de eso, pero eran puras pendejadas. Nadie presentó algo digno, ninguno de los textos se podía comparar a mi obra. Yo fui el único que trabajó un léxico intachable y una trama inteligente. Todos los elementos de mi obra tenían bases filosóficas y concepto ideal para que los demás desarrollaran sus historias a partir de la mía, pero Mario despreció todo el contenido, según él, nada era propio para su pinchurrienta historia improvisada. Prefirió tomar elementos del texto vulgar que escribió el cholo y dejó cosas como una sucia escena de sexo oral con una prostituta. Todos comentaron la anécdota del bar al que asistieron y en el que supuestamente el cholo contrató los servicios de la mujer en cuestión. Lo que los demás no sabían era que el relato llevaba un mensaje que únicamente iba dirigido a mí. Cuando el cholo leía su texto, volteó y me miró. Su mirada lo decía todo. Ël sabía que yo sé, o yo sé que él sabe que yo sabía, aunque no sé bien si él sabe lo que yo sabía, ni si él sabia bien lo que yo sé. De cualquier forma, su mirada decía saber más de lo que ambos sabíamos. Entre los dos, estaba claro que ambos sabíamos que sabemos, pero es posible que no supiéramos bien lo que cada uno sabe.
Tal y como imaginé Carlos el de Torreón, evidenció en su texto que también él sabía y fue indiscreto al hacer saber a los demás lo que él sabe que yo sé, pero que no quiero que se sepa. Afortunadamente, yo sé que mucho de lo que Carlos quiso que se sepa, es cosa que todos sabemos que los demás saben y que de alguna forma ya era más que sabido, si no, al menos sabemos que era adivinable.

Me desesperaron todos con sus tonterías de niños inmaduros. Nada de lo que escribieron contaba con un mínimo de calidad. Todos demostraron ser unos pusilánimes y dejaron entrever que existía un complot en mi contra.
Quería salir corriendo al hotel y buscar a la puta de la piscina. Tenía que hablar con ella y aclarar todo, hacerla hablar y que me dijera lo que ella sabía,
Traté de intimidar a Zacarías con un par de comentarios, pero resultó muy chingón y no soltó prenda. No por nada dirige la mafia de escritores. Preferí no indagar nada con la señora Leticia, era obvio que tampoco diría nada y en una de esas podía mover los hilos necesarios para que los escritores de su mafia me desaparecieran.

“Hoy no podré dormir, tendré que mantenerme alerta”, pensé en ese momento. Decidí acompañarlos a las actividades de esa noche. Siempre es mejor tener junto a ti a tus enemigos.
No hice caso a mi voz interior que me decía igual que la mamá de Rosita Alvídrez: “Lichita no vayas al baile”, y fuimos al bar Reforma, nomás para que todos se dieran el gusto de restregarme en la cara que tenían su familla de escritores y estaban relacionados en el medio.
Entre la clientela había un grupo grande de famositos locales, y cuando entramos, una señora se levantó de su asiento para abrazar al más ruco de los de Chihuahua. Lo saludó casi gritando: “El Richie Anzaldúa, el mejor escritor de Chihuahua”. Era la afamada escritora Patricia Laurent y compartía mesa con personajes como Ramírez Heredia. Este último resultó íntimo amigo del escritor de Tamaulipas, que también venía con nosotros. Bueno... Todos conocían a todos y se la pasaron repartiendo besos y falsos elogios. Yo me mantuve al margen. No quise que me presentaran a nadie. Algún día serán ellos los que quieran saludarme y me felicitarán por mis textos.

Les di las buenas noches y los dejé en el bar. Nadie intentó retenerme con las acostumbradas frases de: “Quédate otro rato, es muy temprano, o la de Espérate, al rato nos vamos todos”. Ellos se quedaron en su mundito de elogios y abrazos. Yo prefería encerrarme a escribir en el baño de mi habitación. Tenía que hacer un esfuerzo extra para opacarlos con mi talento literario, con mi sapiencia filosófica y mi wagneriano sentido del humor.

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Anoche no pude dormir, en mi cabeza se agolpaban mil pensamientos. No podía comprender la actitud de la pendeja de la piscina, no sé quien la puso en mi contra. No dudo y sea una de las mujeres de Gersón, seguramente trabaja para él y únicamente está siguiendo las instrucciones que éste le dio.
No pude desayunar en el hotel, estoy seguro que me quieren envenenar. Aquí no debo confiar en nadie, menos en los locales. La mafia de los escritores ha extendido sus redes por todo Monterrey y seguramente nos asignaron un hotel en el que monitorean nuestras llamadas y movimientos.

En la tarde quedó claro que Mario me quiere fuera de la jugada. Con los textos de todos, menos los míos, ya están armando una novela. Es obvio que Mario guía a los escritores en una trama que a él lo favorece. Hoy les leyó un cuento de una escritora sudamericana, que no dudo y sea su amante. El cuento no tenía ni pies ni cabeza. Ha de ser de alguna corriente ultra-moderna-caótica-existencial-gerontozoofílica-sufi. La trama se limitaba a la aparición de una zorra que robaba huevos de una canasta y de una niña-anciana que le ponía con un desconocido. El único que entendió bien el mensaje de lo que Mario pretende, fue el de Torreón. Ambos disertaron sobre el movimiento de los derbishes e intercambiaron textos de imanes y ayatolhas.
Nuevamente Mario ignoró mi aportación literaria, pero no supo disimular la envidia que me tiene. Yo preparé un capitulo completo intentando levantar la calidad del trabajo grupal de mis compañeros mediocres. Mi texto incluía un breve diálogo bilingüe de dos cuartillas. Me esmeré tanto por lograr la naturalidad de una conversación con un toque poético-coloquial, pero quedó claro que mis letrados colegas no dominan el arameo clásico.

Durante la pausa del café, mis compañeros se intercambiaron libros de su autoría, algunos hasta traducidos al inglés. A distancia vi como se los dedicaban unos a otros y prometían leerlos. A mi nadie me pidió ejemplares del mío, ni me obsequiaron de los suyos. Mario elogió todas las obras que le regalaron, demostrando ser tan mediocre como ellos.
Tomé la decisión de no aportar ya con mis textos al ridículo trabajo colectivo. Sé que únicamente les interesa copiar mis ideas y hasta mi estilo, pero ya no se los facilitaré.
No quiero ni que mi nombre aparezca junto al de ellos, si es que llegan a publicar esa tontería. No soportaría que mis lectores me llegaran a relacionar con tipejos como Richie, Zacarías, Leticia, Carlos o Carreño, que escriben con palabras altisonantes e improperios.
Me quejaré con Maria Belmonte por haber invitando a esa runfla de patanes y exigirle que sea más cuidadosa en el futuro. También le dejaré un currículo para que me contrate cuando requiera de un buen taller literario.

Utilizaré mi tiempo en desenmascarar a Bellatin, que durante años ha engañado a sus lectores. Yo sé que no es buen escritor y no entiendo que sus libritos los tengan traducidos a otros idiomas. Mis compañeros del taller lo admiran y están encantados con el proyecto. Planearé bien la muerte de cada uno de ellos, sin olvidarme de la mujer que contrató Gerson para investigarme. Finalmente, cuando el momento sea propicio, veré la forma de robarme las toallas y la bata de mi habitación para vengarme por la tortura del ruido.